lunes, 17 de diciembre de 2012

COMENTARIOS DESDE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA





ENTREVISTA A JUAN PABLO MATEO TOMÉ

 10/12/12 

Juan Pablo Mateo Tomé es licenciado en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid y doctorado en el dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense. Ha realizado varias estancias de investigación en México, país donde llevó a cabo su tesis doctoral sobre la dinámica de acumulación y la tasa de ganancia. Actualmente se encuentra en la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro, donde investiga la economía brasileña desde una perspectiva marxista, centrándose en aspectos del cambio técnico, el crecimiento y la inserción financiera. Es coautor de las obras Ajuste y salario. Las consecuencias del neoliberalismo en América Latina y Estados Unidos (Madrid: Fondo de Cultura Económica) y Las finanzas y la crisis del euro. Colapso de la eurozona (Madrid: Editorial Popular). Además, ha coordinado con otros destacados colegas Otra teoría económica es posible. Ensayos críticos de economía política (Madrid: Editorial Popular) y Globalización, dependencia y crisis económica. Análisis heterodoxos desde la Economía del Desarrollo (Málaga: CEDMA). En pocos meses verán la luz otros tres libros de los que ha participado en su elaboración; como coautor, ¿Alternativas al neoliberalismo en América Latina? Las políticas económicas en Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay y Venezuela (Madrid: Fondo de Cultura Económica); en calidad de coordinador de una obra cuyo probable título será El Capitalismo en recesión. La crisis en el centro y la periferia de la economía mundial (Madrid: Maia); y finalmente participa en una obra colectiva que publicará El Viejo Topo sobre la crisis del euro.
“No existe una contraposición entre neoliberalismo y el Estado: el Estado crea el mercado y establece las condiciones pertinentes para la acumulación capitalista” 

-La orientación marxista de tus análisis económicos, diametralmente opuesta a la de un economista oficial del “establishment” (neoclásico, shumpeteriano, neokeynesiano, etc.), es de sobra conocida. ¿Cómo repercute en tu vida profesional esta situación antagónica? Por otro lado, ¿qué valoración te merece la labor crítica de difusión de economistas españoles muy conocidos durante estos últimos años como Juan Torres López, Vincenç Navarro o Alberto Garzón?


La ciencia económica está absolutamente dominada por el enfoque ortodoxo, el que defiende el sistema capitalista y resulta funcional a los intereses del capital. No es una cuestión de pugna teórica en el que el devenir histórico va forjando un análisis progresivamente más robusto y científico. El conflicto de clases está muy presente en la “academia”, lo que ocurre es que en España el subdesarrollo relativo de los enfoques críticos, y particularmente de Marx, es alarmante.
El desarrollo profesional de un economista crítico con este orden socioeconómico cada vez es más difícil. Por hacer un paralelismo, digamos que unos van en coche y reciben un arbitraje benigno, y otros vamos en burro, y por si acaso coge velocidad, el pobre es zancadilleado permanentemente. Así, el acceso a proyectos de investigación es muy difícil, ya que uno juega con el objetivo de no descender de categoría, se le cierran las puertas de muchas revistas que no admiten enfoques críticos; la evaluación de los méritos curriculares por parte de las agencias correspondientes, de ámbito regional o estatal, es un alegato a la prepotencia de los liberales, que uno debe soportar estoicamente, recibiendo calificaciones denigrantes, y un largo etcétera, aunque nada de esto trascienda fuera de este ámbito “académico”.
Pese a todo, en los últimos años he tenido el enorme placer de coincidir en el programa de doctorado del dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense de Madrid con una serie de compañeros de economía crítica, lo que ha dado lugar a diversas publicaciones y congresos. Parece haber una nueva hornada de jóvenes investigadores, que no obstante deben hacer frente a la brutal ofensiva de recortes por parte del gobierno. 


En cuanto a los economistas que mencionas, han desarrollado un esfuerzo titánico de difusión muy valorable, y afortunadamente han logrado un espacio dentro de la economía crítica. No obstante, fijémonos que estos autores, a quienes tengo gran estima y, en el caso de Alberto, me une una amistad personal, no mantienen posturas económicas anticapitalistas (excepto Alberto, pero en el terreno político), sino posiciones reformistas que, en cualquier caso, son muy revolucionarias en los momentos actuales. Aludo en cualquier caso a un elemento para el debate que está en el centro de sus diagnósticos, y en general para las izquierdas. La perspectiva keynesiana que adoptan les lleva a caracterizar la crisis en términos de una demanda insuficiente, como si el objeto del capitalismo fuera la producción de bienes de consumo o la satisfacción de las necesidades personales. Por ello, plantean que la salida de la crisis requeriría un aumento de los salarios. Pero lo empresarios, que si algo tienen es conciencia de sus intereses, saben que eso no puede ser así. Y Marx, que también sabía algo del tema, tampoco lo creía. En el fondo, llegamos a la sempiterna ilusión de la confluencia de intereses antagónicos, lo que supone un elemento a debatir entre las izquierdas.

La perspectiva keynesiana que muchos economistas “críticos” adoptan les lleva a caracterizar la crisis en términos de una demanda insuficiente, como si el objeto del capitalismo fuera la producción de bienes de consumo o la satisfacción de las necesidades personales. Por ello, plantean que la salida de la crisis requeriría un aumento de los salarios. Pero lo empresarios, que si algo tienen es conciencia de sus intereses, saben que eso no puede ser así. Y Marx, que también sabía algo del tema, tampoco lo creía”


-Durante los últimos cuarenta años las mutaciones de la economía política mundial apuntan a diversos factores: derrumbe de la URSS, desaparición del patrón oro, “liberalización” del comercio y las finanzas internacionales (Consenso de Washington, OMC, etc.), procesos de “financiarización” de la Economía Mundial, globalización (no obstante, parcial) de las tecnologías de la información y la comunicación, entrada de China en la OMC, crisis de los “dragones asiáticos”, etc. ¿Cómo han afectado todas esas circunstancias a la economía sudamericana? ¿Cuál ha sido la influencia del FMI y el Banco Mundial en la llamada década perdida de esta región?
América latina, tras la crisis de la década de los ochenta, inició una profunda restructuración económica mediante la implementación de los conocidos como “programas de ajuste estructural”, bajo la condicionalidad impuesta por las instituciones financieras internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional). Después de un intento industrializador, lo que fue la expresión periférica del modelo de acumulación nacional de la etapa de Bretton Woods en las economías avanzadas, la (neo)liberalización económica se lleva a cabo a partir de una crisis en un contexto de amplias reconfiguraciones en el capitalismo mundial.
En los ochenta el giro neoliberal que impulsa Estados Unidos, ya iniciado con los gobiernos demócratas en los setenta y profundizado con la Admón Reagan en los ochenta, tuvo como consecuencia una recomposición económica y política a nivel mundial decisiva. La liberalización financiera y el alza de los tipos de interés permitieron atraer a EEUU gran parte de los capitales mundiales, lo que debilitó a los competidores europeo y nipón, desencadenó la crisis de la deuda externa en el mundo en desarrollo, incluidas algunas economías socialistas, lo que a su vez acabó con el proyecto del nuevo orden económico internacional. Para disciplinar a la periferia el BM y el FMI tuvieron un papel verdaderamente ejemplar, que permitió además, junto a las transformaciones tecnológicas, la externalización de ciertas partes del proceso productivo de las economías centrales en las que los trabajadores habían logrado importantes conquistas salariales. En este sentido, otro elemento fue la ofensiva contra las conquistas del trabajo logradas en las décadas anteriores. Por tanto, la introducción del neoliberalismo en América Latina se enmarca en este giro por el que Estados Unidos reafirma su hegemonía, y en el que la recomposición de las condiciones de valorización del capital se despliega en la economía mundial a partir de una presión sobre el modelo socialdemócrata, la periferia, los trabajadores y que, por extensión, acaba debilitando a las URSS.
El paquete neoliberal en la región latinoamericana ha beneficiado en primer lugar al capital, y así, en gran parte al de EE.UU. Las privatizaciones abrieron nuevos ámbitos de obtención de rentabilidad, las depreciaciones de los ochenta abarataron las importaciones para las empresas de las economías desarrolladas, así como la liberalización comercial, mientras que las reformas laborales (junto a las privatizaciones), facilitaron el ajuste salarial. Finalmente, y muy importante: la liberalización de los movimientos de capital permitió a EE.UU. acceder a nuevos fondos con los que financiar el déficit, que a la vez presionaría a la baja a sus tipos de interés y reafirmaría el papel del dólar en la escena mundial. Los ochenta fueron una década perdida para los trabajadores, pero no para el capital, ya que la prioridad de los países era acumular superávit comerciales para el pago de una deuda externa en gran parte ilegítima para quienes la estaban pagando.
Luego, en los noventa, una vez estabilizadas estas economías, la fijación de tipos de cambio fijo permitió que retornaran muchos capitales, si bien eran de corto plazo. Fueron atraídos por privatizaciones e inversiones especulativas, y con la garantía de poder ser repatriados, garantizando los gobiernos su convertibilidad en dólares. De esta forma América Latina pasó a reciclar capitales en busca de rentabilidad, al precio de crecientes déficit por cuenta corriente, por el auge de las importaciones y el pago de rentas de la inversión, financiadas con estos capitales “golondrina”. El resultado, una serie de crisis económicas, Venezuela en 1994, México en 1995, Brasil en 1999, Argentina en 2001-02, etc.
Posteriormente, América Latina inicia una fase de crecimiento pero con gran vulnerabilidad. A partir de las experiencias de las crisis de los “dragones asiáticos”, debe acumular muchas reservas, originando así un fabuloso movimiento de capitales de la periferia a Wall Street, y el crecimiento se basa en el auge del precio y la demanda de productos básicos de exportación, en gran parte por la demanda asiática (China), con una cierta desindustrialización que no obstante permite mantener niveles reducidos de inversión para lograr cierto crecimiento económico.

 “Venezuela ha incrementado la dependencia del ingreso petrolero, sólo que afortunadamente ahora se canaliza en un gasto que beneficia a gran parte de la población”

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